Las empresas de comunicación privadas viciadas de un discurso que le sea atractivo al pueblo para desestabilizar el país, con la idea de producir una crisis política y social de cara al histórico proceso electoral del 2011, ha centrado en estos momentos su atención en las acciones que vienen desarrollando estudiantes de las universidades privadas que se han transformado ahora en las vedette mediática de la oposición.
En el encuadre mediático, postula a un centenar de estudiantes de estas universidades de los privilegios como los representante del movimiento estudiantil, como si el asunto del liderazgo y la participación de los jóvenes en la política y lo político nacieran de los guiones de los culebrones a la cual nos tienen acostumbrado los mercenarios de la comunicación. Si tuviera que caracterizarlo, tomaría prestada una frase de un estudiante universitario que asistía a mi clase de comunicación social, el cual dijo: “profesor si le apagamos el televisor se pean en la soledad de la plaza Altamira de Caracas y en la plaza de la Republica de Maracaibo”.
Lo cierto es que de hecho el país en el plano juvenil, desde antes de la llegada a la presidencia del Comándate Hugo Chávez Frías se encontraba divido e híperpolarizado. Solo que la segmentación social y híperpolarización favorecía a unas minorías que gozaban de las oportunidades y las condiciones para acceder a las universidades y a la vida profesional. Fragmentación social y polarización política de los ricos contra el resto del pueblo.
El famoso grupo de los notables de la década de los ochenta no se cansaba de repetir que el 80 por ciento de la población venezolana se vivía los avatares de la pobreza crítica y un 20 por ciento eran los destinatarios de los cuantiosos beneficios de la renta petrolera.
La beca Gran Mariscal de Ayacucho, creada con la orientación de respaldar y facilitar la prosecución académica de los estudiantes con destacado rendimiento y menos favorecido por el sistema económico social en el transcurso de los últimos años de democracia representativa, fue elitizada, en las décadas de los noventas llego a convertirse en créditos educativos a los cuales podían acceder un reducido número de estudiantes que gozaban con las condiciones económicas que podían hacerle frente a los requerimientos mercantilistas establecidos por la estrategia neoliberal en materia de educación. Para quien no lo recuerde el gobierno bolivariano no solo exoneró las deudas de los jóvenes y le imprimió una nueva orientación de exclusión al programa.
Lo mismo ocurrió con la posibilidad de hacer carrera académica de los jóvenes en las universidades públicas, ya que estas establecieron como prácticas patrimoniales para el acceso, lo cual se tradujo en que para formar parte de claustro de profesores de esas universidades era menester tener lazos de parentesco con otros profesores que movieran sus palancas para cuadrar los concursos. Los invito a realizar una minuciosa revisión de los ingresos de los profesores a la docencia universitaria y verán como los apellidos de profesores tradicionales de las universidades se repican de generación en generación. Se construyó una oligarquía académica que cercenaba la posibilidad que cualquier joven venezolano de padres comunes a formar parte del mundo académico de las universidades venezolanas.
Ese ochenta por ciento transitaban apocalípticas rutas para lograr un cupo en las universidades públicas, de este ejército desesperanzado se alimentaba el movimiento estudiantil, hijos del pueblo, por eso una revisión de la enorme lista de estudiantes muertos en los años de la democracia representativa no se visualizan los oligárquicos apellidos de los supuestos dirigentes mediáticos que adornan todos los días las primeras planas de los periódicos y la televisión privada.
Tal fue el éxito de su esfuerzo que el Banco Mundial es un estudio del acceso de los jóvenes a las oportunidades de estudio, en las décadas de los ochenta y noventa, arrojó el temerario resultado: los ricos estaban en las universidades públicas y los pobres condenados a ser vampirizados por las universidades privadas. Coincidencia o casualidad muchos rectores de universidades públicas son accionistas o propietarios de universidades privadas, un lomito que no se podía desaprovechar en su afán de riqueza y lucro fácil.
Estos patiquines vivieron los guettos académicos construidos por las élites económicas, políticas y religiosas, en instituciones donde el derecho a la protesta era una quimera y quien osara quebrantar la norma se iba por que se iba. Jamás en esos años se pudo ver una macha que partiera del este de Caracas al Ministerio de Educación a defender los derechos la juventud venezolana que era acribillada a punta de planazos, perdigones y balazo limpio.
De esta iniciativa surgieron instituciones como el IESA, cuna de la estrategia neoliberal que preparaba los cuadros para profundizar la modernización que imponía el consenso de Washington, yuppie que postulaban lo privado y despreciaba todo lo que oliera a público. Trampa paradigmática a la cual sucumbieron las universidades las universidades autónomas, que genoflexicas asumieron la privatización de las universidades públicas y casi aniquilan el Estado docente. Solo el 27 y el 28 de Febrero tuvieron la fuerza para frenar el impulso de la privatización universitaria y los acontecimientos del 4 de Febrero sirvieron para sepultar ese gran desfalco a la sociedad venezolana.
Estos patiquines bien hablados que se abrogan la representatividad del movimiento estudiantil, cuando son incapaces de hacer una demostración de movilización general han banalizado las grandes consignas reivindicativas y de transformación política popular que propugnaban los movimientos liberadores.
Como una comedia los profesores y estudiantes de las universidades privadas y de La universidad Católica Andrés Bello, quieren darle ejemplo de democracia al resto de los universitarios. En estas universidades las autoridades son asignadas por la cúpula eclesiástica, estudiante que no puede pagar matricula es lanzado a la calle, basta revisar su plan de becas para tener una muestra de su compromiso social.
Su tolerancia es tal, que Robert Serra, quien fue estudiante de derecho en la Universidad Andrés Bello, por el solo hecho de apoyar la revolución bolivariana, casi tenía que asistir a sus actividades académicas disfrazado. Los señoritos satisfechos, del cual habla Ortega y Gasset, solían arrojarle monedas de cinco bolívares para cuestionarle su respaldo a los tierrúos, círculos violentos, oficialista o chavista. Su pecado original fue respaldar la acción revolucionaria en materia educativa.
En materia de la Ley de educación universitaria, vetada por el Presidente Hugo Chávez Frías y abierta al debate nacional, los sectores de la ultraderecha en la Universidad Central de Venezuela, en voceria de sus autoridades, representada por la rectora Cecilia García, segundado por el presidente de la Federación de Estudiantes de la UCV, Diego Sharifker, quienes en lugar de reconocer las condiciones democráticas de la decisión del Comándate para la profundización del debate entre los distintos sectores universitarios, a través las empresas de comunicación atribuyen el veto del presidente a la Ley como un reculeo producto de las grandes movilizaciones de los universitarios que rechazaban la Ley.
Lo cierto es que la ultraderecha universitaria venezolana no pudo dar señales de fuerza con sus menguadas movilizaciones, lo evidenciado es el evidente espaldarazo dado por las empresas de comunicación privadas, activadas en el la construcción de un andamiaje conspirativo para un eventual golpe de estado contra la democracia participativa y protagónica que postula la construcción colectiva del socialismo para superar la herencia del capitalismo.
Efectivamente las campanadas del emblemático reloj del rectorado de la UCV, indicaban las horas de agonía de una vieja forma de hacer política y de la autoproclamada academia. Una academia de espalda a lo que sucede en la sociedad, ensimismada en una lógica tecnocratita, burocrática y colonizadora de los saberes.
En el desarrollo de las protesta de la ultraderecha universitaria venezolana no hubo ni represión, detenidos, torturados o desaparecidos en constaste a la dictadura adeco-copeyana, el ambiente se caracterizó por la reproducción del correlato la matriz mediática. Un discurso visceral vacío que no aporta ni un acento a la discusión sobre el rumbo que debe tomar la educación universitaria.
Hoy han dado un terrible salto al vacío, en su discurso incorporan la defensa de un centenar de forajidos procesados por diversos delitos comunes, haciéndolos pasar por presos políticos, paladines de la democracias, querubines y santos patrones de los derechos civiles, cuando en realidad forman parte de una manada de matones, conspiradores y delincuentes.
En su bien preparado discursillo temas como la inclusión, pertinencia social, municipalización de la educación universitaria, brillan por su ausencia. Aun han tomado por asalto la OEA y otros espacios públicos, hacer referencia que en Venezuela se vulneran los derechos civiles y políticos, en una protesta que ha sido respetada por las autoridades revolucionarias.
El movimiento estudiantil expresión del pueblo llano contra la dictadura de Acción Democrática y Copei, cuestionaba la desvinculación de estas instituciones con el devenir de nuestro pueblo, deplorábamos la exclusión de los jóvenes venezolanos del sector y reclamábamos reivindicaciones como el medio pasaje estudiantil, mejor dotación a las bibliotecas, elevación de la calidad de los servicios de comedores y residencias estudiantiles, para solo mencionar unas cuantas del gran reclamo. Pero sobre todo, se era acérrimo crítico del sistema económico instituido por la fuerza en la década de los cincuenta.
Este discurso que formaban los puntos de honor de las luchas estudiantiles, no fue un panqué, la juventud venezolana sufrió represión, tortura y desaparisiones, enlutando los hogares de muchas familias, basta preguntar en el entorno familiar venezolano o comunitario para percatarse que la lista es larga y tendida. En el menor de los casos, las sanciones iban de suspensiones temporales hasta censura totales. Conozco casos de estudiantes expulsados de universidades tradicionales que no podían cursar estudios en otra, muestra de un sistema de sociedad de cómplices que castigaba severamente la resistencia estudiantil.
Los cuerpos se seguridad del Estado al servicio de una tecnocracia política y académica, procesaban a sus dirigentes con delitos comunes, manipulando expedientes y muchas veces expuestos por las empresas de comunicación privadas como jurados enemigos públicos. Era una práctica común que los partidos políticos como Acción Democrática y Copei contaran con sus propias bandas armadas, que realizaba el trabajo sucio de reprimir las organizaciones estudiantiles vinculadas a la izquierda venezolana para mantener la apariencia de un respeto a los derechos humanos, vulnerados constantemente y ocultado por las empresas de comunicación privadas.
En la lista de estos sicarios se encuentran un centenar de portavoces del oposicionismo venezolano, que en esa época defendían a capa y espada el Proyecto de Educación Superior (PLES), elaborado para el Congreso Nacional por quienes se consideraba desde la academia los dotados de un lenguaje superior, este instrumento jurídico estaba cargado de pretensiones neoliberales, cuya estrategia central propiciaba la perdida ética de responsabilidad social del Estado para garantizar la educación universitaria, los intentos de privatización del sector es el saldo es archiconocido, cursar estudios en una universidad publica era un logro epopéyico para los jóvenes, en tanto se favorecía el nacimiento de una gran industria educativa, al servicio de la dominación.
En el este contexto actual, patiquines y payasos son lo que hoy se abrogan el nombre de movimiento estudiantil, cachorrito de gangster, socializan una cultura política de la intolerancia y antidemocrática, teniendo como mejores maestros unas autoridades universitaria entre comillas, se dan la tarea de impartir clases desde la empresas de comunicación privadas, cuyas lecciones son mentir, manipular con el mas descarado egoísmo, chantaje, desestabilización, con su discurso de odio, xenofobia y chauvinismo que pretenden obstaculizar las transformaciones del sector universitario para democratizarlo, hacerlo mas justo e incluyente.
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