Hugo Chávez en la ONU pidió a los países
miembro de Naciones Unidas conformar una Alianza para derrotar política
guerrerista
27 de Septiembre 2011
Señoras y señores:
Dirijo
estas palabras a la Asamblea General de las Naciones Unidas, a este
gran foro donde se encuentran representados todos los pueblos de la
tierra, para expresar las verdades de la Venezuela bolivariana y
reafirmar nuestro compromiso irrenunciable con la justicia y la
igualdad, esto es, con la paz.
La paz, la paz, la paz… No
buscamos la paz de los cementerios, como decía Kant con ironía, sino una
paz asentada en el más celoso respeto al derecho internacional.
Lamentablemente, la ONU, a lo largo de toda su historia, en
lugar de sumar y multiplicar esfuerzos por la paz entre las Naciones,
termina avalando -unas veces, por acción y, otras, por omisión- las más
despiadadas injusticias.
Siempre hay que recordar que el Preámbulo
de la Carta de las Naciones Unidas, se habla de salvar a las
generaciones venideras del flagelo de la guerra… Pura letra muerta.
Desde 1945 para acá, las guerras no han hecho sino crecer y
multiplicarse inexorablemente. Veamos, una vez más, hacia Libia
destruida y ensangrentada por voluntad de los poderosos de este mundo.
Quiero
hacer un llamado a la reflexión a los gobiernos del mundo: desde el 11
de septiembre de 2001, comenzó una nueva guerra imperialista que no
tiene precedentes históricos: una guerra permanente, a perpetuidad.
Debemos
mirar de frente la aterradora realidad del mundo en que vivimos.
Necesario es formular un conjunto de inquietudes a partir de los
peligros y las amenazas que nos acechan: ¿por qué Estados Unidos es el
único país que siembra el planeta con bases militares?; ¿a qué le teme
para tener tan escalofriante presupuesto destinado a aumentar cada vez
más su poderío militar?; ¿por qué ha desencadenado tantas guerras,
violando la soberanía de otras naciones que tienen los mismos derechos
sobre sus destinos?; ¿cómo hacer valer el derecho internacional contra
su insensata aspiración de hegemonizar militarmente al mundo en garantía
de fuentes energéticas para sostener su modelo depredador y
consumista?; ¿por qué la ONU no hace nada para detener a Washington? Si
respondiéramos, con absoluta sinceridad, a estas interrogantes,
comprenderíamos que el imperio se ha adjudicado el papel de juez del
mundo, sin que nadie le haya otorgado tal responsabilidad, y que, por
tanto, la guerra imperialista nos amenaza a todos.
Washington sabe
que el mundo multipolar es ya una realidad irreversible. Su estrategia
consiste en detener, a toda costa, el ascenso sostenido de un conjunto
de países emergentes, negociando grandes intereses, con sus socios y
secuaces, para darle a la multipolaridad el rumbo que el imperio quiera.
Pero esto no es todo: se trata de una reconfiguración del mundo que se
sustenta en la hegemonía militar yanqui.
La humanidad se está
enfrentando a la amenaza cierta de la guerra permanente. En cualquier
escenario, y Libia lo demuestra, el imperio está dispuesto a crear las
condiciones políticas para ir a la guerra. En la visión imperial del
mundo, se está invirtiendo el célebre axioma de Clausewitz: la política
es la continuación de la guerra por otros medios.
¿Qué hay en el
trasfondo de este nuevo Armageddon?: el poder omnímodo de la cúpula
militar-financiera que está destruyendo al mundo para acumular cada vez
más ganancias; la cúpula militar-financiera que está subordinando, de
facto, a un conjunto, cada vez más grande, de Estados. Téngase en cuenta
que el modo de existir del capital financiero es la guerra: la guerra
que arruina a los más, enriquece, hasta lo impensable, a unos pocos.
En
lo inmediato existe una gravísima amenaza para la paz mundial: el
desencadenamiento de un nuevo ciclo de guerras coloniales, que comenzó
en Libia, con el siniestro objetivo de darle un segundo aire al
sistema-mundo capitalista, hoy en crisis estructural, pero sin ponerle
ninguna clase de límites a su voracidad consumista y destructiva. El
caso de Libia debe alertarnos sobre la pretensión de implementar un
nuevo formato imperial de coloniaje: el del intervencionismo militar
avalado por los órganos antidemocráticos de las Naciones Unidas y
justificado en base a mentiras mediáticas prefabricadas.
La
humanidad está al borde de una catástrofe inimaginable: el planeta
marcha inexorablemente hacia el más devastador ecocidio; el
calentamiento global lo anuncia, a través de sus pavorosas
consecuencias, pero la ideología de los Cortés y los Pizarro respecto
del ecosistema, como bien dice el notable pensador francés Edgar Morin,
los lleva a seguir depredando y destruyendo. La crisis energética y la
crisis alimentaria se agudizan, pero el capitalismo sigue traspasando
impunemente todos los límites.
Frente a este panorama tan
desolador, el gran científico estadounidense Linus Pauling, galardonado
en dos ocasiones con el Premio Nobel, nos sigue iluminando el camino: Creo
que existe en el mundo un poder mayor que el poder negativo de la
fuerza militar y de las bombas nucleares: el poder del bien, de la
moralidad, del humanitarismo. Creo en el poder del espíritu humano.
Movilicemos, entonces, todo el poder del espíritu humano: es tiempo ya.
Se impone desatar una gran contraofensiva política para impedir que los
poderes de las tinieblas encuentren justificaciones para ir a la guerra:
para desatar la guerra global generalizada con la que pretenden salvar
al capital de Occidente.
Venezuela llama a la constitución de una gran alianza contra la guerra y por la paz: con
el supremo objetivo de evitar la guerra a como dé lugar. Hay que
derrotar políticamente a los guerreristas y, más aún, a la cúpula
militar-financiera que los auspicia y manda.
Construyamos el
equilibrio del universo que avizorara el Libertador Simón Bolívar: el
equilibrio que, según sus palabras, no puede hallarse en el seno de la
guerra; el equilibrio que nace de la paz.
Necesario es hacer memoria y memoria inmediata:
Venezuela, junto a los países miembros de la Alianza Bolivariana para
los pueblos de Nuestra América (ALBA), estuvo abogando activamente por
una solución pacífica y negociada al conflicto libio. Así lo hizo,
también, la Unión Africana. Pero, a la postre, se impuso la lógica
bélica decretada desde el Consejo de Seguridad de la ONU y puesta en
práctica por la OTAN, ese brazo armado del imperio yanqui. La lógica
bélica que tuvo su punta de lanza en las transnacionales de la
comunicación: recuérdese que el “caso Libia” fue llevado al Consejo de
Seguridad sobre la base de la intensa propaganda de medios de
comunicación, que mintieron al afirmar que la aviación libia bombardeaba
a civiles inocentes, por no mencionar la grotesca escenificación
mediática en la Plaza Verde de Trípoli. Esta campaña premeditada de
mentiras, justificó medidas apresuradas e irresponsables del Consejo de
Seguridad de la ONU, que abrieron el camino para que la OTAN
implementara, por la vía militar, su política de cambio de régimen en
ese país.
Vale la pena preguntarse: ¿en qué se ha
convertido la zona de exclusión aérea establecida por la resolución 1973
del Consejo de Seguridad? ¿Acaso las más de 20.000 misiones aéreas de
la OTAN contra Libia, muchas de ellas con el fin de bombardear
al pueblo libio, no son la negación misma de esa Zona de Exclusión?
Aniquilada completamente la fuerza aérea libia, la continuidad de los
bombardeos “humanitarios” demuestra que Occidente, a través de la OTAN,
impone sus intereses en el Norte de África, convirtiendo a Libia en un
protectorado colonial.
Es una burla afirmar que se ha impuesto
desde la ONU un embargo de armas en Libia, cuando la misma OTAN
introdujo miles de armas pesadas para apoyar a la insurrección violenta
contra el gobierno legítimo de ese país. El embargo, por supuesto, solo
debía impedir que el gobierno libio defendiera su soberanía, validando
una vez más ese cruel modo de funcionamiento internacional según el cual
la ley solo se impone al débil.
¿Cuál es el motivo real
de esta intervención militar?: recolonizar a Libia para apoderarse de
sus riquezas. Todo lo demás se subordina a este objetivo. Nadie coloniza
inocentemente, decía, con toda razón, el gran poeta martiniqués Aimé
Césaire en su extraordinario Discurso sobre el colonialismo.
Por
cierto: la Residencia de nuestro Embajador en Trípoli fue invadida y
saqueada, pero la ONU hizo mutis por el foro, guardando un silencio
ignominioso.
Exigimos el cese inmediato de los bombardeos sobre
territorio libio. Igualmente, seguiremos exigiendo respeto al derecho
internacional en el caso de esta Nación hermana: no nos quedaremos
callados ante la intención perversa de destrozar las bases que le dan
sentido y razón. Por eso mismo, lanzamos la siguiente pregunta a esta
Asamblea: ¿Por qué se le concede el escaño de Libia en la ONU al
autodenominado “Consejo Nacional de Transición”, mientras se bloquea el
ingreso de Palestina, desconociendo, no sólo su legítima aspiración,
sino lo que es ya voluntad mayoritaria de la Asamblea General? Venezuela
ratifica aquí, con todas sus fuerzas y con la autoridad moral que
otorga la voluntad mayoritaria de los pueblos del mundo, su solidaridad
incondicional con el pueblo palestino y su apoyo irrestricto a la causa
nacional palestina, incluyendo desde luego la admisión inmediata de un
Estado palestino de pleno derecho en el seno de la Organización de las
Naciones Unidas.
Y el mismo formato imperialista se está
repitiendo en el caso de Siria. A no ser porque algunos miembros
permanentes del Consejo de Seguridad hacen muestra hoy de la firmeza que
les faltó en el caso de Libia, todo estaría definido para que
el Consejo de Seguridad diera su aval a la OTAN para disparar misiles y
enviar bombarderos contra Siria.
Es intolerable que los
poderosos de este mundo pretendan arrogarse el derecho de ordenar a
gobernantes legítimos y soberanos que renuncien en lo inmediato. Así
sucedió con Libia, de igual forma quieren proceder contra Siria. Tales
son las asimetrías existentes en el escenario internacional y tales son
los atropellos contra las Naciones independientes.
No somos
quienes para adelantar un juicio sobre la situación interna de Siria,
primero, por la complejidad inherente a toda realidad nacional, y
segundo porque sólo el pueblo sirio puede resolver sus problemas y
decidir su destino en atención al derecho a la autodeterminación de los
pueblos, un derecho inalienable en todos los sentidos. Pero eso no nos
impide pensar que es cien veces mejor apostar por el éxito del amplio
diálogo nacional al que ha convocado el Presidente Bashar Al Assad, que
imponer sanciones y gritar como hienas por una intervención militar.
Desde la Venezuela bolivariana respaldamos, sin ambigüedades, los
ingentes esfuerzos que hace el Presidente Bashar Al Assad por preservar
la unidad y la estabilidad de su patria, ante el asedio del imperialismo
voraz.
Señor Presidente,
Dirijamos nuestra
atención ahora al Cuerno de África y tendremos un ejemplo desgarrador
del fracaso histórico de la ONU: la mayoría de agencias de noticias
serias sostienen que entre 20 mil y 29 mil niños menores de 5 años han
muerto en los últimos tres meses.
La gran periodista Frida Modak,
en su artículo Morir en Somalia, deja al descubierto toda la miseria
que, peor que la que devasta la extensa región del Cuerno de África,
carcome a las principales organizaciones internacionales, en primerísimo
termino a la ONU: Lo que se necesita para hacer frente a esta situación
son un mil 400 millones de dólares, no para solucionar el problema,
sino para atender la emergencia en que se encuentran Somalia, Kenia,
Djibouti y Etiopía. Según todas las informaciones los próximos dos meses
serán decisivos para evitar la muerte de más de 12 millones de personas
y la situación más grave es la de Somalia.
No puede ser más atroz
esta realidad, si al mismo tiempo no nos preguntamos cuánto se está
gastando en destruir a Libia. Así responde el congresista estadounidense
Dennis Kucinich: Esta nueva Guerra nos costará 500 millones de dólares
solo durante la primera semana. Claro está que no tenemos recursos
financieros para eso y acabaremos reduciendo la financiación de otros
importantes programas domésticos. Según el mismo Kucinich, con lo
gastado en las tres primeras semanas al norte del continente africano,
para masacrar al pueblo libio, en mucho se podría haber ayudado a toda
la región del Cuerno de África, salvando decenas de miles de vidas.
Las
razones que motivaron la criminal intervención en Libia para nada son
humanitarias: se fundamentan en el postulado maltusiano de que “sobra
gente en el mundo” y hay que eliminarla, generando más hambre,
destrucción e incertidumbre. Generando, al mismo tiempo, más ganancias
financieras. En este sentido, es francamente lamentable que en el
mensaje de apertura de la 66 Asamblea General de la ONU no se llamó a la
acción inmediata para solucionar la crisis humanitaria que padece el
Cuerno de África, mientras se asegura que “ha llegado el momento de
actuar” sobre Siria.
Señoras y Señores,
Clamamos,
igualmente, por el fin del vergonzoso y criminal bloqueo a la hermana
República de Cuba: bloqueo que, desde hace más de cincuenta años, ejerce
el imperio, con crueldad y sevicia, contra el heroico pueblo de José
Martí.
Hasta 2010, ya van diecinueve votaciones en la
Asamblea General de la ONU que confirman la voluntad universal de
exigirle a los Estados Unidos que cese el bloqueo económico y comercial
contra Cuba. Agotados todos los argumentos de la sensatez internacional, sólo resta creer que tal ensañamiento contra la Revolución Cubana es consecuencia de la soberbia imperial ante
la dignidad y la valentía que ha mostrado el insumiso pueblo cubano en
la soberana decisión de regir su destino y luchar por su felicidad.
Desde Venezuela, creemos que ha
llegado la hora de exigirle a los Estados Unidos no solo el fin
inmediato y sin condiciones del criminal bloqueo impuesto contra el
pueblo cubano, sino la puesta en libertad de los 5 luchadores
antiterroristas cubanos secuestrados en las cárceles del
Imperio, por el único motivo de buscar impedir las acciones ilegales que
grupos terroristas preparan contra Cuba, bajo el cobijo del gobierno de
los Estados Unidos.
Señor Presidente de la Asamblea General y distinguidos representantes de los pueblos del mundo:
Queremos
reiterarlo: es imposible ignorar la crisis de Naciones Unidas. Ante
esta misma Asamblea General sostuvimos, en el año 2005, que el modelo de
Naciones Unidas se había agotado. En aquella ocasión, planteamos,
también, la necesidad impostergable de su refundación.
Desde
entonces hasta acá, nada se ha hecho: la voluntad política de los
poderosos se ha impuesto. Claro: la ONU, tal como hoy funciona, sirve
dócilmente a sus intereses. Para nosotros, es claro que Naciones Unidas
no mejora ni va a mejorar desde adentro. Si su Secretario General junto
con el Fiscal de la Corte Penal Internacional, participan en un acto de
guerra, como en el caso de Libia, no hay nada que esperar del actual
formato de esta organización. Y ya no hay tiempo para reformas: la ONU
no acepta reforma alguna; la enfermedad que lleva por dentro es mortal.
Resulta
intolerable que exista un Consejo de Seguridad que le dé la espalda,
cada vez que quiere, al clamor mayoritario de las naciones,
desconociendo deliberadamente la voluntad de la Asamblea General. Si el
Consejo de Seguridad es una suerte de club con miembros privilegiados,
¿qué puede hacer la Asamblea General, cuál es su margen de maniobra,
cuando éstos violen el derecho internacional?
Parafraseando a
Bolívar -cuando se refería concretamente al naciente imperialismo yanqui
en 1818- basta ya de que las leyes las practique el débil y los abusos
los practique el fuerte. No podemos ser los Pueblos del Sur quienes
respetemos el derecho internacional, mientras el Norte nos destruye y
saquea, violándolo.
Si no asumimos, de una buena vez, el
compromiso de refundar Naciones Unidas, esta organización perderá
definitivamente la poca credibilidad que le queda. Su crisis de
legitimidad se acelerará hasta la implosión final. De hecho, así ocurrió
con el organismo que fue su antecedente inmediato: la Liga de Naciones.
Un
primer y decisivo paso para que comencemos a refundar Naciones Unidas
sería eliminar la categoría de miembros permanentes y el derecho a veto
en el Consejo de Seguridad. Igualmente, habría que maximizar
democráticamente el poder de decisión de la Asamblea General. También se
impone, en lo inmediato, la revisión a fondo de la Carta de Naciones
Unidas con el objetivo de proceder a la redacción de una nueva Carta.
Pueblos del mundo:
El
futuro de un mundo multipolar en paz, reside en nosotros. En la
articulación de los pueblos mayoritarios del planeta para defendernos
del nuevo colonialismo y alcanzar el equilibrio del universo que
neutralice al imperialismo y a la arrogancia.
Este llamado amplio,
generoso, respetuoso, sin exclusiones, se dirige a todos los pueblos
del mundo, pero muy especialmente a las potencias emergentes del Sur,
que deben asumir con valentía el rol que están llamadas a desempeñar en
lo inmediato.
Desde América latina y el Caribe han surgido
poderosas y dinámicas alianzas regionales, que buscan configurar un
espacio regional democrático, respetuoso de las particularidades, y
deseoso de poner el acento en la solidaridad y la complementariedad,
potenciando lo que nos une y resolviendo políticamente lo que nos
divide. Y este nuevo regionalismo admite la diversidad y respeta los
ritmos de cada quien. Así, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA) avanza como experimento de vanguardia de
gobiernos progresistas y antiimperialistas, buscando fórmulas de ruptura
con el orden internacional imperante y fortaleciendo la capacidad de
los pueblos de hacer frente, colectivamente, a los poderes fácticos.
Pero esto no impide que sus miembros den un impulso decidido y
entusiasta a la consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR), bloque político que federa a los 12 Estados soberanos de
Suramérica, con el fin de agruparlas en lo que El Libertador Simón
Bolívar llamó “una Nación de Repúblicas”. Y más allá, los 33 países de
América Latina y el Caribe nos preparamos para dar el paso histórico de
fundar una gran entidad regional que nos agrupe a todos, sin
exclusiones, donde podamos diseñar juntos las políticas que habrán de
garantizar nuestro bienestar, nuestra independencia y nuestra soberanía,
con base en la igualdad, la solidaridad y la complementariedad.
Caracas, la capital de la República Bolivariana de Venezuela, se
enorgullece desde ya en albergar, los próximos 2 y 3 de diciembre, la
Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que fundará definitivamente
nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Los
venezolanos ciframos nuestras esperanzas en una gran alianza de los
ensambles regionales del Sur, como la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR), la CARICOM, el SICA, la Unión Africana, la ASEAN o la ECO y,
muy especialmente, en las instancias interregionales de articulación de
potencias emergentes como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica) que debe convertirse en un polo de atracción articulado con
los pueblos del Sur.
Quiero finalizar recordando al gran cantor
del pueblo venezolano: a Alí Primera. En una de sus canciones nos
interpela así: ¿Cuál es la lucha de/ los hombres, para lograr/ la paz?/
¿Y cuál paz?/ Si quieren dejar/ el mundo como está. Hoy más que nunca,
el peor crimen contra la paz es dejar al mundo como está: si lo dejamos
como está, el presente y el porvenir están y estarán determinados por la
guerra perpetua. Por el contrario, lograr la paz supone revertir
radicalmente todo lo que impide, para decirlo con el mismo Alí Primera,
que sea humana/ la humanidad.
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Fuente: Cubadebate
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